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La confidencia pública

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La comunicación establecida entre el líder político y el pueblo, o entre el charlatán mediático y el público masivo, degrada al auditorio a la condición de rebaño, pero también falsea el discurso del orador, que adapta su lenguaje y sus opiniones al perfil sociocultural de su clientela, previamente investigado por medio de encuestas. En los felices tiempos anteriores a la masificación, hablar para todos y para nadie se consideraba una majadería. Yoshida Kenkō –el mejor exponente japonés de un antiguo género literario muy parecido al ensayo occidental, que consistía en anotar reflexiones al vuelo, sin los afanes sistemáticos del filósofo– propuso una regla de urbanidad para los narradores orales del siglo XIV: “Cuando el hombre bien educado cuenta una historia se dirige a una sola persona, aunque haya muchas otras presentes y naturalmente puedan escucharlo. En cambio, el hombre maleducado lanza sus palabras a la multitud, sin dirigirse a nadie en particular.”

La primacía del interlocutor individual exigida por Kenkō lleva implícito un pacto de respeto........

© Letras Libres


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