El Congreso tiene la oportunidad de darnos el mejor regalo en el cumpleaños de México: debatir con limpieza, claridad, celeridad y altura la propuesta de Reforma Política enviada por el Presidente y aprobar un conjunto de leyes que inauguren una etapa de verdadero equilibrio entre los poderes y amplíen la participación ciudadana en los asuntos públicos. De los diez puntos que aborda la iniciativa presidencial, cinco están relacionados con el Poder Legislativo. Vale la pena detenerse en la dimensión histórica que engloba a estos últimos.
La verdad de las verdades es que a lo largo de doscientos años el Legislativo y el Ejecutivo nunca o casi nunca han entendido ni respetado sus papeles respectivos. La historia política de México no ha sido tanto el lugar de una tensión civilizada y creativa entre esos dos cuerpos como un movimiento pendular en el cual cada uno ha buscado la subordinación del otro.
El Legislativo ha llevado con mucho la peor parte. Los periodos de predominio del Ejecutivo son de sobra conocidos: la dictadura de Santa Anna, la monocracia absoluta de Porfirio Díaz, el férreo mando de los sonorenses y finalmente la presidencia imperial, en la cual el Legislativo era un poder de ornato. Cárdenas arrancó su gestión cesando a los diputados callistas y la pauta de total subordinación duró diez periodos presidenciales y medio, de 1934 a 1997. En total, la hegemonía del Ejecutivo sumó 114 años.
Si el Legislativo contó muy poco en tiempos de hegemonía ejecutiva, en........