El pianista que no amaba los pianos

Nombre de usuario o dirección de correo

Contraseña

Recuérdame

Escucha la playlist que preparamos para acompañar este artículo. 

Katie Hafner

Romance en tres patas

Traducción de Pablo Chemor Nieto

Ciudad de México, Elefanta/Universidad Veracruzana, 2020, 266 pp.

A pesar de haber alcanzado la fama como uno de los más prodigiosos pianistas del siglo XX, Glenn Gould (1932-1982) no quería ser recordado como un simple intérprete. Decía de sí mismo que era “un escritor y comunicador canadiense que toca el piano en su tiempo libre” o “una suerte de hombre renacentista”, un poco para dar una idea del amplio rango de sus intereses, en los que había lugar para las kilométricas conferencias telefónicas, los ensayos sobre Yehudi Menuhin o Barbra Streisand, la radio experimental y los programas de televisión.

De hecho, sus hábitos no eran propiamente los de un hombre que amara los pianos: se jactaba de ensayar lo mínimo, aborrecía el uso del pedal, “le preocupaba más cómo sentía el instrumento al tacto que cómo sonaba”, en palabras de Kevin Bazzana, y decía cosas horribles de compositores canónicos como Chopin o Rajmáninov (y no menos veneno tenía para Mozart, Handel, el minimalismo y el jazz). “Resulta que el piano como instrumento no me gusta, prefiero el clavicordio”, afirmaba. Su estilo extravagante –con la nariz casi pegada a las teclas y en una silla notoriamente más baja de lo habitual– sacaba lo mejor de Bach, Webern y Berg, pero no del repertorio romántico (incluso si había grabado la versión “más sexi” de Brahms, según le dijo a un entrevistador). Su conocido desdén por las piezas tradicionalmente pianísticas era menos un capricho que una postura ideológica: pensaba que demasiados ejecutantes se regodeaban en la destreza técnica o la sonoridad de las grandes salas en detrimento de las ideas musicales. A su parecer, una interpretación solo valía la pena si tenía algo nuevo que decir. La complacencia, la presión del público y ese cariz de rivalidad entre la orquesta y el........

© Letras Libres