“Vivimos en una gran era de fortificaciones, fronteras y divisiones creadas recientemente”. Entrevista a John Lanchester
John Lanchester (1962) ha escrito novelas como En deuda con el placer, una especie de sátira nabokoviana protagonizada por un crítico gastronómico; El puerto de los aromas, un retrato de Hong Kong; y Capital, que muestra la transformación de Londres a partir de una calle y del precio de la propiedad inmobiliaria. Es autor de la memoria Novela familiar y de dos ensayos económicos: ¡Huy!, sobre la crisis de 2008, y Cómo hablar de dinero, sobre el lenguaje de las finanzas. Sus libros en castellano están en la editorial Anagrama. Este año ha publicado en inglés la novela The wall, que muestra un Reino Unido después de una catástrofe climática.
Su novela anterior, Capital, utilizaba una estética realista. Tenía muchos personajes, cambios de tono. The wall es una obra más austera. Muchos reseñistas la han descrito como distópica.
No me importa que digan que es una novela distópica. Pero no era lo que yo tenía en la cabeza. Pensaba más en ella como una especie de no ficción, en el sentido de la premisa, que es que el mundo sea catastróficamente alterado por el cambio climático. No estoy seguro de que eso sea necesariamente distópico: es la consecuencia del camino que estamos recorriendo. Pero, a partir de esa premisa, me planteaba cuestiones sobre cómo sería ese mundo. ¿Y cómo sería la textura de la vida? No solo las realidades físicas, sino la textura de la experiencia humana. Buscaba la forma más verdadera de capturar eso. Es un estilo más desnudo, pero para mí todo venía de esta premisa.
Se .ha puesto de moda la ficción distópica. A veces muestra una inquietud por la tecnología, o un temor a la degradación democrática. En este libro, usted eligió la amenaza del clima. La novela sucede después de un cambio que lo altera todo
No era realmente una decisión. Estaba trabajando en otra novela. Y The wall surgía de una serie de sueños, de la imagen de estar solo en un muro de noche. No entendía quién era esa persona. Pero esa no era la pregunta correcta. La pregunta es: ¿qué está pasando? Es otro mundo; no sabía qué había pasado. Me di cuenta de que imaginaba el mundo después del cambio climático. Era algo que ejercía presión sobre mi imaginación sin que yo me diera cuenta del todo. Si me hubieran preguntado: ¿Piensas mucho en el cambio climático?, ¿estás trabajando en eso?, habría dicho que no. Porque no puedo soportarlo. Es un cambio a escala planetaria que lo transforma todo, reestructura por completo toda la vida humana. A finales de siglo, según los datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en la franja central de predicciones, que habla de un incremento de temperatura de unos cuatro grados, la vida humana tal como la conocemos no sería posible. Y es muy difícil pensar sobre eso. No decidí escribir sobre ese tema, en cierta manera se impuso.
Hay un conflicto generacional. Los jóvenes reprochan a los mayores lo que ha sucedido.
En muchas sociedades desarrolladas hay tensiones en torno a las distintas versiones del contrato social en generaciones diferentes. Por ejemplo, cuando el Estado de bienestar es mucho más generoso con la generación anterior. Hace poco estuve viendo las cifras de Italia: un italiano de unos 65 años paga la mitad en impuestos y recibe el doble de prestaciones que un joven. Cuatro veces más. Y eso es como tener dos sociedades a la vez. Es como si dijeras: tú tienes este acuerdo y nosotros tenemos este otro. Muchas de esas tensiones están muy presentes. Y la idea que tenía era que el cambio climático las magnifica, porque en vez de tener versiones paralelas del contrato social, tienes a personas que crecieron en planetas diferentes: viven en versiones de la Tierra totalmente distintas. Eso puede producir una situación donde las tensiones generacionales que actualmente afrontamos nos parezcan nimiedades en comparación.
La idea de frontera, de división, es central en la novela.
Uno de los elementos que definían el mundo moderno era la caída del muro de Berlín. Y era fácil pensar que estábamos viviendo una época en la que las fronteras desaparecían: ese episodio y esa tendencia definían la modernidad. Pero es falso, porque de todos los muros construidos en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, la mitad se ha construido en este siglo. Vivimos en una gran era de fortificaciones, fronteras y divisiones creadas recientemente. Ahora, por supuesto, hablamos mucho de la fantasía ridícula de Trump y su muro. A la gente se le olvida que hay un muro entre Israel y Palestina, otro entre........
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