menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Alphonse Daudet: dictante dolore

5 0
21.12.2025

Nombre de usuario o dirección de correo

Contraseña

Recuérdame

“La literatura francesa se acabó cuando un médico inglés curó la sífilis”, reza uno de los dichos más socorridos de la francofobia. Y es que el linaje de la Francia literaria descansó durante todo el siglo XIX sobre el prestigio social y el aura mitológica de las enfermedades infecciosas: la tuberculosis para los espíritus evanescentes, la sífilis para almas duras de roer. A Flaubert, Baudelaire y Maupassant, los tres grandes sifilíticos, debe agregarse el nombre de Alphonse Daudet (1840-1897), el único de los convalecientes que escribió un libro sobre su mal, La doulou, que significa “el dolor” en lengua provenzal. Este libro devastador, que no pudiendo ser ni una novela ni unas confesiones en regla quedó en breve tratado, fue publicado de manera póstuma en 1930. Al cumplirse el centenario de Daudet hubo una reedición francesa (La doulou, suivi d’extraits du Journal de Edmond de Goncourt), y actualmente circula la traducción que el novelista británico y conocido francófilo Julian Barnes ha titulado In the Land of Pain.
     Tristón había resultado el destino de Daudet, el autor de La petit chose (1866), de Las cartas de mi molino (1867) y de la saga de Tartarín (comenzada en 1872), condenado a ser lectura pedagógica casi eterna para generaciones de escolapios franceses. A Daudet le tocó en (mala) suerte ser amigo íntimo y contertulio de Flaubert, Turguéniev, Zola y Edmond de Goncourt. Indiferente a la política y a la historia social —en los días del furor naturalista— lo mismo que ajeno a las innovaciones flaubertianas, y demasiado reticente para cometer las indiscreciones monumentales de los hermanos Goncourt, Daudet, rico y famoso en su día, fue sentenciado en fecha temprana por Henry James en calidad de “gran escritor menor” y al cabo de los años el olvido sustituyó la grandeza. Es difícil apreciar a Daudet sin recurrir a las certidumbres de la historia literaria, que lo presentan como a un espíritu dickensiano sin interés en la sociedad industrial, o con el desdén debido a un regionalista que inventó una Provenza feérica sin correr los riesgos girondinos de su admirado Frédéric Mistral. El más clasicista de los realistas franceses, Daudet ejemplifica bien al escritor condenado a ser sólo un autor nacional, apreciado en la escuela pública e inmortalizado........

© Letras Libres