Avatares del lenguaje no sexista

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Como todo en esta vida, mi preocupación por el uso del lenguaje no sexista surgió de la necesidad. Se manifestó con escalofriante precisión quirúrgica al día siguiente de ocupar un cargo menor en la administración escolar de mi universidad y empezar a escribir correos electrónicos dirigidos por igual a profesores y a profesoras, convocar reuniones de académicos y académicas, referirme al colectivo de alumnos y alumnas, y asistir a innumerables actos oficiales donde las autoridades cometían el error de incurrir en el uso genérico del masculino. Sí, ese que nos autoriza a referirnos a los alumnos, a los profesores, a los académicos o a los doctores como si no existieran alumnas, profesoras, académicas y doctoras entre el público. Grave error, porque como escribe María Julia Pérez Cervera en su Manual para el uso no sexista del lenguaje (ya en su 4ª ed. en el 2011), “el masculino es masculino y no neutro”.

Ese día empecé a usar vocativos y sujetos desdoblados: “queridos y queridas todas y todos” o “Colegio de profesores y profesoras”. Me di cuenta de lo provisional de la solución cuando varias de las profesoras identificaron este lenguaje incluyente con la chapuza lingüística del expresidente Vicente Fox. Se trata, por supuesto, de una percepción generalizada (como puede comprobarse con una búsqueda simple en internet, a la caza de los términos Vicente Fox y lenguaje no sexista) que tiene algo de cierto: la fracción ix del capítulo primero del artículo 17 de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, promulgada por Vicente Fox el 2 de agosto de 2006, recomienda “la utilización de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en la totalidad de las relaciones sociales”. Si fue otra pifia foxista, sus consecuencias legales y formales llegaron lejos en varios sentidos. ¡Hasta la parodia del nuevo lenguaje presidencial en programas cómicos al estilo de