Los últimos datos sobre el estado de la universidad española apuntan —otra vez— a un más que preocupante descenso de nivel en casi todos los indicadores que tienen que ver con la calidad de la enseñanza. El último informe es el de la Fundación Conocimiento y Desarrollo, que constata la reducción del número de universitarios que aprueban, a la vez que aumenta el absentismo entre ellos. La caída libre de la universidad con la entrada en vigor del plan Bolonia fue más que evidente. La implantación de un sistema que requería más financiación de la existente, una formación del profesorado que no se tuvo en cuenta y la falta absoluta de preparación de los estudiantes en las fases previas a la universidad para afrontar este tipo de educación demostró una separación abismal entre la planificación teórica y la realidad, afectando —con ese plan, ¿qué podría salir mal?— al aprendizaje del alumnado. Los cambios ulteriores en los planes de estudios no han ayudado a revertir la situación, porque las inercias son muy difíciles de cambiar. ¿Para qué vamos a ir a clase?, se preguntan muchos estudiantes, que prefieren consultar los apuntes que se cuelgan online en las universidades y no «perder el tiempo» en clases en las que........