Catalunya ha rebasado ya los ocho millones de ciudadanos. Además, tres de cada cuatro catalanes son producto de la inmigración. Inevitablemente, este crecimiento de población tan intenso e inesperado ha acrecentado la brecha de las desigualdades. Y una sociedad desigual rápidamente desgarra las costuras de los consensos básicos que hacen posible la concordia y crea las condiciones idóneas para el auge del populismo xenófobo, siempre tan audaz en sus diagnósticos como torpe e innoble en sus soluciones.
Partidos como Vox en el conjunto de España o Aliança Catalana en Ripoll encarnan nuestro particular aullido ante unos cambios que especialmente los mayores perciben con miedo. Miedo a dejar de ser quien somos, advierten, como si algún día, en alguna parte, la primera persona del plural no hubiera sido mentira.
Porque, a pesar de los procesos de nacionalización vividos a lo largo de los últimos dos siglos, la identidad de las personas continúa siendo un asunto poliédrico, imposible de definir con razones objetivas. Efectivamente somos una geografía, una lengua materna, un legado de........