Lo confieso. Soy de las que acuden a bares y cafeterías en compañía del portátil. Me acomodo, abro el monitor y me pongo a escribir. No oigo ruido molesto, sino un murmullo ambiental que me ayuda a concentrarme, incluso me inspira (sin necesidad de reclamar al camarero un vaso de absenta). Y sin la presencia del hada verde en la mesa, de hecho, más sola que la una, me concentro en mi mundo. Los camareros ya me conocen. No hace falta pedir el café con leche de soja ni el mini de jamón. Incluso cuando me cobran, soy yo la que les recuerdo el importe. Muchas veces la felicidad es solo........