Creíamos que se había acabado para siempre. Que nos habíamos liberado al fin de esos besos de rigor a conocidos que querríamos no conocer y, peor, a desconocidos que sería mejor no haber conocido nunca. Ilusos. Pensábamos que valía con una sonrisa, con una leve inclinación de cabeza. Que con ser educado sin la obligación de ceder o ganar centímetros e intimidad sobraba.
Pero seguimos igual. Besándonos en las dos mejillas como si la pandemia no nos hubiera enseñado nada. Empezamos ofreciendo la derecha en el difícil ejercicio de apenas........