Serían sobre las nueve de la noche y apenas había sitio para aparcar frente al hotel de carretera. En el bar restaurante, un grupo de animadores cantaban sin desafinar y hacían coreografías con los éxitos de Dirty dancing y Grease. Los clientes, británicos, no se alojaban allí; habían ido a tomar unas cervezas. Nos comunicamos a gritos y en inglés con una de las camareras que también era recepcionista. Vimos la gran jaula junto a las palmeras y la piscina que cambiaba de color, a los pies de nuestra habitación. Pero no supimos hasta primera hora de la mañana siguiente que dentro había........