Europa vive instalada en una falsa y prolongada zona de confort sin advertir los cambios tecnológicos que han cambiado nuestra manera de trabajar, de comunicarnos y de vivir. Estos días, un olimpismo agudo observando el medallero nacionalista de los estados viene a ser una tregua veraniega que oculta la fragilidad de los gobiernos representativos en muchos países europeos. La belleza y la emoción de los atletas de todos los rincones del mundo compiten en un espectáculo que solo el deporte puede ofrecer de forma global.
He seguido los Juegos Olímpicos de París desde Grenoble, Lyon y Chamberí, transitando por los dos imponentes macizos prealpinos del Vercors y la Chartreuse. Francia ha quedado en lo más alto del podio y La marsellesa ha sonado repetidamente con fugaces visitas del presidente Macron desde su residencia veraniega mediterránea, en Fort Brégançon, para felicitar a sus compatriotas campeones.
Mientras los atletas llenaban los estadios con un comprensible orgullo patriótico, Francia tiene un gobierno en funciones porque, de las improvisadas elecciones de Macron........