A mediados de 2022, el periódico para el que trabajaba la columnista y activista LGTB E.J. Rosetta le encargó un artículo que se titularía: “La transfobia de J.K. Rowling en 20 citas”. Ella aceptó sin dudar. No solo estaba convencida, y así lo había dicho en redes sociales, de que Rowling era tránsfoba, sino que se lo tomaba como una traición personal: “El ídolo de mi infancia, ¿cómo podía haberse convertido en un monstruo?”... Se puso a leer con lupa libros, entrevistas, tuits… de la que había sido su autora favorita. Y tuvo que rendirse a la evidencia: “Ni un solo mensaje verdaderamente tránsfobo”.
¿Cómo podía ser? ¿De dónde salía, entonces, la mala fama de la autora de Harry Potter ? ¿Qué había pasado?
Había pasado lo que pasa constantemente en ese tema: una confusión interesada entre crítica a las ideas y odio a las personas. Rowling, por ejemplo, se preocupa por los efectos de la hormonación; eso no equivale, tuvo que reconocer Rosetta, “a condenar a las personas trans, sino a cuidarlas”. O defiende casas de acogida no mixtas para víctimas de violencia machista.........