Los hombres nacidos en los setenta, algunos de los cuales seguimos sin entender los graves pecados de los que se nos acusa, nos hartamos de jugar a indios y vaqueros en nuestra niñez. Y a todos, con alguna excepción, alguien nos regaló en algún momento un fuerte con el que enriquecer la diversión.
Este recordatorio generacional explica tres cosas. La primera es que a pesar de crecer pegando tiros con la boca –¡Bang! ¡Pam! ¡Pum!–, aprendimos a diferenciar entre ficción y realidad. La segunda es que también discernimos entre el bien........