Lo confieso: no me gusta el rap. Ni su imaginería. Ni su jerga. Ni su estropicio verbal. Esos señores y señoras que a su manera regurgitan sus cuitas, tal trovadores bufos, gozan de una gran penetración social, cultural y verbal entre las generaciones de jóvenes y adolescentes que nada tienen que ver con su origen en el Bronx de los setenta, la cultura del hip-hop con sus más o menos expresiones artísticas, música, baile y la gran eclosión del grafiti. Y sin olvidar el lenguaje callejero y tribal. El lenguaje mimético de los........