Mi penúltima visita a Nueva York fue antes de la pandemia. Aunque no era turística sino de trabajo, el hotel era céntrico: no me libré de una masificación turística que crecía exponencialmente de visita en visita. Juré no volver a pisar Manhattan ni por trabajo ni por turismo. Pero motivos familiares me animaron a incumplir el juramento y he vuelto. Como saben, el perjurio se paga con una u otra pena. La mía ha sido comprobar de primera mano cómo la Manhattan turística pospandémica se ha convertido en un gigantesco y psicodélico camión de ganado, no actual, sino de........