Era fantástico: subías a un avión, enviabas algún watsap final mientras la tripulación armaba “rampas y crochet” (cross-check) y ponías el móvil, justamente, en “modo avión”.
Una, tres o diez horas para leer, ver películas o dormitar con las piernas enrampadas. Qué delicia.
Esa paz de espíritu y dopamina y por imperativo aeronáutico se acabó cuando las compañías empezaron a ofrecer wifi. Funcionara bien o mal, nuestra atención había quedado de nuevo secuestrada.
Ahora, el wifi del avión supone otra amenaza. La policía australiana detuvo hace pocos días a un tipo de 42 años que hackeaba a los usuarios del wifi aéreo. Había creado webs falsas de........