Cogí un taxi y el taxista, que no acertaba a identificar mi acento, lo atribuyó a mi buen oído, gracias al cual se me habrían ido mezclando diversas inflexiones de voz hasta generar un acento indistinguible. “¿Buen oído?”, dije, extrañado, y le hablé del acúfeno que desde hace años atormenta mi oído izquierdo. El hombre me lanzó una mirada condescendiente a través del retrovisor. “No”, dijo. “¿No qué?”. “Que no es un acúfeno”. Esperé a que continuara. Él hizo una larga pausa y luego, armándose de paciencia, empezó a hablar: “Esas vibraciones que usted percibe son señales electroacústicas. Alguien está tratando de sacarle información. El ser humano es información: capas y capas superpuestas de información. Hay quien está interesado en obtener esa información. ¿Para qué?, dirá usted. Muy sencillo. Para robarle dinero, para romper su matrimonio, para causarle una depresión o un problema de salud, para hacerle pensar lo que él quiere, para hacerle votar a un partido…”.
Yo repliqué: “A mí el otorrino me ha dicho que lo mío es un deterioro del........