Al escritor Jesús Moncada, que murió hace cerca de veinte años, era fácil encontrárselo por las calles de Barcelona. Yo creo que se aburría en casa y dedicaba buena parte del día a pasear con su perrillo. Lo recuerdo demasiado abrigado para la estación, con la frente brillante y las gafas algo anticuadas, siempre dispuesto a “coger un capazo”, que es como en Aragón se llama a pegar la hebra o ponerse a hablar con el primero que pasa. Aragonés de Barcelona como yo, no conservaba buenos recuerdos de su estancia de cinco años en Zaragoza, donde había cursado el bachillerato en calidad de fámulo, algo así como un criado al servicio de algún compañero de familia adinerada (sí, esas aberraciones existían en la España de los cincuenta).
Vuelvo a encontrarme a Moncada en las páginas de Un país extranjero, el último y recentísimo libro de Miquel Berga. Entre otras cosas, este librocuenta el largo proceso de sustitución del viejo por el nuevo Mequinenza durante los años de construcción de la enorme presa, que la actual sequía devolvió hace unos días a las........