Historia de un patán

Dedicarte a la cultura siendo nadie es meritorio, pero siempre acaba en bancarrota. No importa que las mejores flores huelan en vertederos y los artistas de familia rica solo valgan la pena si están locos. Esta no es tu fiesta y la caída no tiene red. Por eso uno trabaja todo lo que puede: para ahorrar cuando ya no suene la música y te vuelvas a vivir, con suerte, en la casa que fue de tus padres. Para los precarios ­culturales, las fiestas acaban con alguien preguntando qué haces allí y........

© La Vanguardia