Cuando yo tenía once años me apoyaba en todos sitios. El motivo es que estaba siempre irremediablemente cansado. Las teorías al respecto se dividían en paternas y maternas. Las primeras eran que estaba gordo, lo cual era verdad. Las de mi madre eran que tenía los pies planos, lo cual era medio verdad, ya que mis pies tenían poco arco, pero no eran planos del todo. Sea como fuera, allí donde hubiera una silla, taburete, sofá, balaustrada, balcón, tapia y cualquier superficie para apoyarse, allí estaba yo. Al parecer, el paso de la infancia a la adolescencia me cansaba. Necesita estar sentado o, como mal menor, apoyado.
En una visita al monasterio de Montserrat entramos en su museo. Debía estar de pie unos veinte minutos, por lo que necesitaba apoyarme. Vi una pared y en ella –después de un giro........