Hay un hombre apostado en el semáforo de la rotonda tratando de vender pañuelos de papel. Le da tiempo para acercarse a tres o cuatro coches. Nunca apura uno de más. Tampoco vende ningún paquete de pañuelos. Es un hombre viejo, mucho más viejo por la dureza de la calle. Dentro de los coches nadie tiene efectivo ni tiempo para hablarle. Nos limitamos a decir que no con la cabeza y él mantiene sonrisa y actitud. No se enfada ni se desmorona. Cambia de dirección hacia Montjuïc y espera la próxima fase del semáforo. Entonces, por unos instantes, le sigo con la mirada y........