En política, las victorias se explican más por los errores de otros que por los méritos propios. Los primeros cien días de Gobierno de Pedro Sánchez están siendo un baño de realidad. Su particular manual de supervivencia parece que ya no tiene la eficacia que tantos éxitos le ha dado, sobre todo por los golpes de efecto y las huidas hacia delante que tantas veces le han permitido liderar la agenda política.
La habilidad del presidente Sánchez está fuera de duda. Sin pestañear, y sin que ni el electorado ni la opinión pública se lo haya tenido en cuenta, ha sabido defender una cosa por la mañana y justo la contraria por la tarde. La prueba más evidente es la manera como ha afrontado el conflicto político entre Catalunya y el Estado, pasando de alinearse con el PP en la aplicación del artículo 155 de la Constitución y exigir que cayera todo el peso de la ley sobre los independentistas a convertirse en el abanderado del diálogo, a promover los indultos y a aceptar la derogación del delito de sedición. Rectificar, aunque sea por necesidades aritméticas, es de sabios. Y es una buena noticia que los asuntos políticos vuelvan al terreno........