En las puertas de la facultad, un grupo de estudiantes controla el acceso no solo de sus pares sino también de los profesores, que solo pueden llegar a sus oficinas y a sus cátedras luego de ser marcados en una de sus manos. No, no estamos hablando de la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin, sino de la Universidad de Chile en 2024; una realidad insólita que aparentemente ni profesores, ni el resto de los alumnos puede impedir. Tampoco las autoridades universitarias.
Volvimos de súbito a la lógica del estallido o, más bien, al país inaugurado por el propio movimiento estudiantil en 2011: si una causa nos parece justa -cualquiera que sea- el fin justifica los medios. En este caso, una minoría ínfima de estudiantes se siente con el derecho de tomarse un recinto universitario, sin importarle........