La lucha diaria contra el hambre en Colombia

En la casa de Darly López no hay comida suficiente para todos. Al desayuno, ella se toma una aguapanela y su esposo, Gustavo, un café. Luego aguantan sin comer hasta la noche. Si hay arroz, comen arroz. Si no, hasta el día siguiente. Así garantizan que sus cuatro hijos, Angie, Sandra, Jesús y Samuel, coman las tres comidas, así sea en porciones pequeñas.

“Si no alcanza, no alcanza. Que coman ellos mejor”, dice Darly. Los “Mendoza López” –como ella se refiere a su familia– viven desde hace once años en el barrio La Cañiza, justo en frente al Humedal Tibabuyes, en la localidad de Suba en el occidente de Bogotá.

Ella y su esposo llegaron por separado a la ciudad desde la costa Caribe a inicios de los dos mil. Ambos tienen 42 años. Pero aunque se mudaron a Bogotá en busca de oportunidades, su situación no ha mejorado con los años.

Hoy se rebuscan sus ingresos sin ningún trabajo fijo. Viven del día a día. A veces, el dueño de la tienda del barrio les fía para comprar leche; a veces sus vecinos les regalan algo para los niños. La única constante es que el dinero no les alcanza. Siempre tienen hambre. Una realidad que hoy enfrentan más de 12 millones de colombianos, según los reportes más recientes del Dane.

La Cañiza es un barrio pequeño, de unas veinte cuadras, con calles paralelas sobre la carrera 124, atiborrada de cigarrerías, papelerías, mercados y restaurantes. En la calle hay muchos niños y perros callejeros. Siempre hay movimiento. La gente va en bicicleta y muchos niños caminan solos desde o hacia el colegio con su uniforme azul. Por el aire, los cables de luz se entrecruzan y conectan una casa con otra. Las casas son de ladrillo con fachadas coloridas. No tienen más de cuatro o cinco pisos.

Darly y su familia viven al final de una de esas calles, enfrente de un parque que colinda con el humedal. En el otro extremo de la cuadra están la panadería y la tienda en las que la familia Mendoza López compra la comida.

Viven en arriendo en un apartamento pequeño, de dos cuartos en unos 25 metros cuadrados. Tienen una cocineta, un baño y pocos muebles: una mesita con tres sillas. Mientras hablamos, los niños del medio están en clase de catequesis en el colegio, y la mayor y el menor ven en el cuarto un programa de televisión. También vive con ellos una perrita adoptada, Chiqui, que encontraron en el barrio.

Darly habla con facilidad del hambre. No se siente como una víctima, a veces hace chistes y se ríe hacia adentro. Pero siempre se refiere a su siguiente comida como una incógnita, una eventualidad que puede suceder o no, pero que al final no depende de ella. Es lo que los técnicos llaman “inseguridad alimentaria”, la preocupación que tiene uno de cada cuatro colombianos sobre su capacidad de obtener alimentos en un período de tiempo determinado.

La inseguridad alimentaria es “moderada” cuando se reduce la calidad, variedad y cantidad de los alimentos, y “grave” cuando se saltan comidas y se pasa hambre. La línea entre ambas es difusa.

Darly y su familia oscilan entre la moderada y la grave según lo que reúnan en el día. Cuando no les alcanza, se saltan comidas o no comen en un día entero. Cuando les alcanza, comen porciones pequeñas y casi siempre lo mismo. “Mientras haya arroz, miramos a ver con qué se completa”, dice Darly. Normalmente, con un huevo para cada uno, o con una salchicha picada entre los seis.

El hambre no es fácil de medir. Depende de los ingresos, los precios de los alimentos, la cosecha disponible y las políticas públicas vigentes. Por eso, desde hace un par de años, el Dane empezó a utilizar la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (Fies, por sus siglas en inglés) diseñada por la FAO para aproximarse a este fenómeno. La herramienta se basa en ocho preguntas sobre el consumo de alimentos en un año.

Los resultados más recientes del Fies indican que para 2023 el 26.1% de los colombianos sufrieron de inseguridad alimentaria moderada o grave. Comparado con 2022, la cifra se redujo en un 2%. Pero la inseguridad alimentaria grave se mantuvo igual: actualmente 2.3 millones de colombianos enfrentan hambre severa, con una situación particularmente difícil en la Costa Caribe, la Orinoquía y el Pacífico.

Aunque no es el caso de Darly y su familia, el hambre en Colombia está racializada y feminizada. Los afrocolombianos y los indígenas son hasta un 15% más propensos a padecer hambre que el promedio. Los migrantes venezolanos, aún más.

En Colombia, el hambre es un problema latente y de........

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