¡A defender la Constitución!
En 1989 fui de los que marcharon cuando asesinaron a Luis Carlos Galán y poco tiempo después formé parte del grupo de estudiantes que lideró lo que se conoció como la “Séptima Papeleta”.
Era el momento de modificar una constitución que en sus ciento cuatro años ya mostraba claros signos de atrofia. Su reforma era prácticamente imposible, se habían intentado iniciativas en 1977 y en 1979 sin éxito.
La amenaza narcoterrorista de finales de los ochenta y la necesidad de modernizar las instituciones nacionales imponían un nuevo contrato social. Los gobiernos liberales de ese entonces canalizaron la iniciativa de los estudiantes y se fue moldeando un amplísimo consenso para modificar la constitución. Hasta el punto en que los principales periódicos del país imprimieron por su cuenta papeletas y las adjuntaron con la edición dominical del día de las elecciones.
Prácticamente nadie estaba en contra del proceso constituyente, aunque todos tenían sus ideas sobre cómo debía concluir. Mi jefe en ese entonces, un reconocido jurista conservador, se lanzó a la elección proponiendo como texto de reforma la misma constitución de 1886, al mismo tiempo que me topé con un señor en una tertulia que me exhibió un texto de la constitución de la República Democrática Alemana —que era la comunista— insistiéndome que esa era la que debíamos adoptar si queríamos lograr la felicidad y el progreso.
Al final, el gobierno de Gaviria logró articular la asamblea constituyente más incluyente, representativa y legítima de nuestra historia. Dentro de las muchas instituciones novedosas que trajo la nueva........
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