Ni siquiera la COP16, la conferencia de biodiversidad que se llevará a cabo en Cali, había logrado lo que logró la propuesta del “Paisaje Cultural de la Caña”. La iniciativa desató un debate sobre los impactos ambientales del cultivo de caña, su legado cultural y los límites del discurso ambientalista del alcalde Alejandro Eder.

A pesar de todo el ruido que generó la propuesta, nunca existió formalmente. Surgió como parte de un acuerdo que busca crear un circuito turístico en el suroriente del Valle. Fue un espejismo, que ante el rechazo del gobierno nacional y sectores ambientalistas, ya desapareció.

Sin embargo, dio pie a una discusión incómoda para los poderosos del Valle, que durante la COP16 tendrán que rendir cuentas sobre las heridas que ha dejado el monocultivo en la región.

A finales de agosto, los alcaldes de Florida, Pradera, Candelaria y Cali se reunieron en Juanchito, un corregimiento de Candelaria unido a Cali por un puente famoso. Firmaron un acuerdo para crear un círculo de turismo, pero lo más llamativo fue la meta que se trazaron: la proclamación del “Paisaje Cultural de la Caña”.

“Es el inicio de una serie de esfuerzos para consolidar a la subregión como un destino turístico internacional. Para presentarlo ante el gobierno y la Unesco”, decía la nota de prensa que publicó la Alcaldía de Candelaria.

El alcalde de Cali, Alejandro Eder, salió en la foto y días después respaldó la propuesta. “Celebro esta iniciativa de la alcaldesa de Candelaria”, dijo. Ante la contrapregunta sobre un posible conflicto de interéses de su parte, por pertenecer a una familia de tradición azucarera, respondió: “no tengo nada que ver con eso”.

“La administración valora cualquier propuesta que impulse el desarrollo económico y la sostenibilidad, pero además que sea representación de la identidad, por lo que debe estudiar a fondo la viabilidad y beneficios que esta iniciativa puede traer”, respondió la Alcaldía de Cali ante una consulta de La Silla Vacía sobre su postura.

Un paisaje cultural es una aleación entre las dinámicas sociales y ambientales que caracterizan una región. La Unesco —Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura— los oficializó en 1992 como la representación de la evolución de asentamientos humanos, mediados por condiciones naturales y fuerzas sociales, económicas y culturales.

En Colombia hay dos ejemplos: el Paisaje Cultural Cafetero y el Paisaje Cultural de las Murallas de Cartagena. Ambos son patrimonio y cuentan con planes especiales para su protección, lo que implica acciones normativas y presupuestales por parte del Estado.

“El concepto pone en diálogo la naturaleza y la cultura. Dice que se deben entender como una sola cosa, como un sistema de relaciones”, explica Manuel Salge, doctor en Antropología y profesor de la Universidad de los Andes.

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