Morirnos de hambre por gustar

¿De qué somos capaces con tal de ser aceptadas? “No le gusta vomitar, tampoco le gusta tragar materia sólida. La comida va en el basurero, no en la panza”. Esta chica adora la belleza de sus kilos magros, sugeridos bajo la ropa. La descubrió a los 11 años, con la primera regla: quiso domesticarse a sí misma. Para ignorar el lenguaje de los intestinos dejó de comer; esa obsesión es ya su único alimento. O casi. Constituye su forma de asediar la angustia, la soledad, igual a perros en jauría, que con gruñidos acorralan a un conejo espantoso de miedo.

Al contar calorías y hacer ruidos para disimular cada queja del vientre se distrae, no atestigua el derrumbe de su hogar de infancia, metida en los........

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