Ordenar o colapsar |
El debate que se abrió en torno al Decreto 5503 va mucho más allá de una discusión técnica sobre precios o subsidios. Lo que está en juego es una tensión acumulada durante años entre un país que necesita corregir problemas estructurales profundos y una forma de convivir con ellos que, a conveniencia e ideología política, terminó normalizando distorsiones que hoy pasan factura.
Durante demasiado tiempo se sostuvieron equilibrios artificiales. Precios que no reflejaban costos reales, subsidios generalizados financiados con reservas y endeudamiento, y un modelo que postergaba decisiones difíciles a cambio de una estabilidad aparente. Esa estabilidad nunca fue gratuita. Se pagó con pérdida de divisas, escasez, contrabando, informalidad creciente y una fragilidad macroeconómica que hoy ya no puede ocultarse.
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La decisión de retirar la subvención generalizada a los carburantes no surge como un gesto ideológico ni como una provocación política, sino como consecuencia directa de un modelo que dejó de cerrar por sus propios medios. Durante años, el subsidio funcionó como un amortiguador artificial. Pero su costo real fue cada vez más alto, no solo en términos fiscales, sino en distorsiones profundas; incentivó el contrabando, concentró beneficios en quienes más consumen combustible y trasladó silenciosamente el ajuste a través de inflación reprimida, desabastecimiento y pérdida de credibilidad.
El aumento del diésel, señalado como el núcleo del shock, anticipa un efecto cascada sobre transporte,........