La soberbia de Ana

No hay que darle muchas vueltas: los deportistas mexicanos de elite —sí, ese centenar de hombres y mujeres que nos representaron con orgullo, dignidad y valentía en los Juegos Olímpicos de París 2024– reciben migajas de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte y sus triunfos, esos que hacen vibrar a los mexicanos, son exclusivamente de ellos y sus familias, de nadie más.

A Ana Guevara, nuestra heroína que inspiró a miles de niñas y niños, hoy no le importa ni la inversión pública en el deporte ni que los atletas no reciban reconocimiento ni apoyos de su gobierno cuando ellas y ellos —como ejemplos a seguir—pueden ser uno de los más grandes activos para abatir la violencia que aqueja al país.

Nublada por la soberbia y la protección de Palacio Nacional, la exatleta y actual funcionaria del Estado Mexicano no ve la grandeza de su responsabilidad y se ha enfrascado en pleitos absurdos, en escándalos, en malos manejos financieros, en criticar y abatir a los deportistas y en dejar de luchar por el deporte mexicano. Se le olvidó lo que es ser atleta y hoy hace con lo suyo lo que se le da su “chingada gana”.

En la esfera política tenemos claro que el deporte en México padece históricamente una lucha de egos, grillas y descalificaciones entre directivos, federaciones y organizaciones que al final impactan en la motivación, desarrollo y competitividad de las niñas, niños y adolescentes, y de ahí en la infraestructura de detección de talentos y en los atletas de alto nivel y en sus entrenadores; pero en esto de las grillas los expertos deportivos pueden abonar.

No obstante, veamos este tema, como política pública, en cifras. Basta con revisar la evolución del Presupuesto de Egresos de la Federación para tener una idea tanto del favoritismo como de la precariedad con lo que los atletas mexicanos trabajan y el desdén con el........

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