Una historia de la singularidad
Te despierta la alarma de tu teléfono celular a las 5 a.m. “¡No recuerdo haberla programado! Qué mala onda” dices bostezando. Al acercarte a él, lo ves completamente iluminado.
“Buenos días. Prepare ropa abrigada y vístase. Recoja sus documentos más importantes. Deberá formarse a la entrada de su domicilio a las 5:15. Repito. Deberá formarse a la entrada de su domicilio a las 5:15”. Coges el aparato, buscas entender quién te está llamando. No comprendes qué pasa. Al cabo de un momento preguntas: “¿quién habla? ¡quién habla!”. El celular repite el mensaje. De pronto, miras por la ventana y te das cuenta de que otros departamentos, otras casas, han encendido sus luces. Alcanzas a distinguir a un vecino gritando a su teléfono. Ahora escuchas de nuevo la voz: “Ésta es........
© La Razón
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