El mejor regalo: volver a vivir

La ciudad nos enseñó a sobrevivir, pero en el proceso se nos olvidó cómo vivir. Entre tanto concreto, algo dentro de nosotros empezó a pedir aire, espacios abiertos, pausas que no dependieran de permisos ni de agendas. Pero la ciudad, con su ritmo implacable, nos programó para lo contrario: para ir rápido, para vivir con ruido, para evitar el silencio, para desconectarnos del cuerpo con tal de sostener la velocidad que exige lo urbano.

Aprendimos a valorarnos por lo que producimos, no por lo que sentimos. A medir los días por resultados, no por experiencias. A creer que descansar es ser irresponsable y que detenernos es quedarnos atrás. Sin darnos cuenta, cambiamos la vida por la supervivencia, el sentir por el hacer automático, el alma por la agenda. Nos volvimos expertos........

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