Ya lo decía el poeta Rafael Cadenas en su discurso en la Universidad de Salamanca en 2018”, refiriéndose a la democracia puntofijista: “Aunque por supuesto hubo corrupción, yo creo que fueron los mejores años en la historia nuestra. ¿Qué pasó? Que hubo práctica democrática pero no educación democrática”. La democracia ante todo es pluralismo, diversidad, aceptación de las ideas que es lo que define la libertad, la evolución ciudadana, la paz y la armonía. ¡Humanisme, Humanisme! el destino de una gran idea, decía Journet
Estamos de acuerdo con Cadenas. Entre 1958-1998, Venezuela vivió el único periodo realmente democrático de su historia. Existía un prístino sentido institucional del Estado, asistido de diversidad y tolerancia. No fue una democracia perfecta, porque no existe una democracia ideal. Ese es el mérito del demócrata, perfeccionarse cada día. En la democracia subyacen los elementos del Estado que garantizan la paz social: la ley, la justicia-independiente y ciega-el legislador. Una tríada institucional que legisla bajo la lógica del valor tutelado por el derecho, el juez que la aplica [la ley] sin sesgo partidista o ideológico, y el ejecutivo que manda conforme a la constitución y el respeto al pueblo que le eligió.
Los ciudadanos educados tenemos el deber de cuidar la democracia, siendo ciudadanos plurales, tolerantes y respetuosos de la ley que es serlo de nosotros mismos. No sólo los civiles, sino también los soldados y los policías de la patria. Cuando se pierde ese deber, aparece la dictadura y el caos. En esta larga noche de nuestra historia, estamos. Pasamos de una democracia defectuosa-pero plural y tolerante-a un estado terrorista, totalitario, criminal, cuyo origen-sin duda-fue no haber sido educados para resguardar la democracia. Fue “fácil” destruirla. Será difícil recuperarla y reconstruirla, pero es inevitable.
¿Hasta cuándo?
Antoine de Saint-Exupéry predijo que los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos. Preservar nuestra niñez nos hace jóvenes, porque la infancia revitaliza los mejores recuerdos. Si fuimos o no educados para vivir en democracia-como nos alerta Cadenas-sin duda merece una gran reflexión. Pero si algo aprendí de mi niñez, fue perdonar nuestras propias tonterías. La primera ley en casa (que según Voltaire, es la primera ley de la naturaleza) era el perdón. Implícito o expreso. Pero ante todo nobleza, redención, un beso y un abrazo.........