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Orlando Viera-Blanco: La transición sostenible (I). La violencia pasiva

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25.11.2025

Después de 27 años de oscurantismo, odio y violencia, sospecho que la violencia pasiva sigue siendo un factor de quiebre histórico que no se discute [Tabú]. Es natural evitarlo

Diversos autores han mostrado que el ser humano no se adapta naturalmente a la violencia y, de hecho, tiende a evitarla como mecanismo evolutivo y psicológico.

El diagnóstico de lo ocurrido en Venezuela ha sido analizado desde múltiples perspectivas y métodos: el estado rentista, el reparto insaciable, la cultura de la corrupción, el locus de control externo, el caudillismo, el culto a la personalidad, el bipartidismo omnipotente; el taita redentor, el presidencialismo irredento, el estado docente, el estado ausente, el estado-Dios, y en fin, cientos de estudios críticos sobre nuestra realidad socio-política.

Poco se ha escrito sobre la violencia pasiva. Se ha hablado con soltura de la exclusión social, pero enfocada de la que nace de partidos políticos, grupos de interés o del propio Estado, y no de los propios ciudadanos. La Venezuela saudita poco fue educada en el terreno de la solidaridad, la gratitud y lo que la doctrina llama “la normalización de la injusticia” [Johan Galtung], fenómeno según el cual la gente no se habitúa a la violencia, sino que la desplaza de su experiencia inmediata.

De cara a una transición en ciernes estudiemos este aspecto de nuestra cultura política, como factor esencial de reconocimiento donde un proceso real de reencuentro no es material sino profundamente humano, espiritual e identitario, es decir, un mea culpa.

Una historia dice más que mil palabras…

La violencia pasiva es un asunto que se ha abordado en Venezuela y Latinoamérica con pinzas. No es cómodo conversar[lo]. A fin de cuentas, asumir responsabilidades, solicita resistencia. Enfrentar las consecuencias desde la propia causalidad y aceptar que hemos sido víctimas no sólo del régimen, del destino o del Estado, sino de nosotros mismos, es un hecho negado y cuestionable.

Una transición sostenible pasa por una revisión franca de nosotros mismos. Diseñar y construir un estado moderno, educado y feliz, exige vaciar pilotes de despolarización, para edificar una nación preparada tanto en lo tecnológico como en lo humano.

En 2005 cursé estudios extensivos de cultura francófona en la ciudad de Montreal. En el marco de la cátedra y por invitación de un buen amigo, la Universidad de Quebec en Montreal organizó un Cine-Foro sobre Venezuela, proyectando la película Secuestro Express. Un film del joven Director Jonathan Jakubowicz, producida por Elizabeth Avellán y Rodrigo Guerrero […] Yo había visto la película en Caracas y me preguntaba, ¿por qué elegir[la] como ‘base de contenido’ para debatir sobre Venezuela? ¿Por qué Venezuela como agenda de discusión?

Recordemos que Venezuela venía del golpe de estado de abril 2002, precedido por muchas protestas. Pero antes vivimos la insurrección armada de Chávez [1992], su sobreseimiento, salida de prisión [1.994] y llegada a Miraflores [1.998]. Luego la constituyente 1.999, la denominada relegitimación de los poderes, la muerte de la [mal] llamada IV república y la Constitución del 61 [hecho de discutida legalidad]; el auge de la [mal] tutelada revolución bolivariana y la nueva constitución de 1.999.

El país comenzó una era de agitación a partir de una cadena de reformas surgidas por poderes habilitantes y decretos leyes de Chávez. Secuestro Express era exhibida como una suerte de apología de lo devenido a partir de una sociedad violenta, violentada, al garete.

El celuloide de Jakubowicz comienza con imágenes de fastuosas residencias en las zonas más acaudaladas del país [La Lagunita, el Country Club, Valle Arriba, etc.] en contraste con barrios como la cota 905, Petare o el 23 de enero. Fotografías rápidas cotejadas entre mansiones y ranchos, whisky, cerveza y ron; cordero, arepa y fritanga; el este de Caracas vs. oeste de la ciudad. Toda una Ilíada entre ricos y pobres.

Un episodio clásico de la película fue el momento en el que un secuestrador, habiendo cerrado negocio con un grupo guerrilleros donde revendía ‘el paquete’, al bajar del hotel donde se........

© La Patilla