La Transición sostenible [III]: La sociedad propietaria, por Orlando Viera-Blanco

“Es tiempo de un cambio cultural fundamental, donde el ser-propietario, emprendedor, creador, educado, sea la base de la familia estable y de una sociedad contributiva. No el Estado Reparto sino el “nosotros”.

En todas las épocas, el ser humano ha buscado un espacio propio donde depositar sus afectos, su trabajo, sus sueños y su memoria. Ese espacio—llámese hogar, parcela, taller, empresa, proyecto, herencia o iniciativa—constituye más que una posesión material: es la morada moral de la libertad. Desde Aristóteles hasta los pensadores contemporáneos de la Teoría Política y el Estado de Derecho, quienes han explorado el misterio de la libertad concuerdan en un principio elemental: no puede existir individuo libre sin propiedad, ni democracia estable sin ciudadanos propietarios.

En nuestro último capítulo de esta saga sobre una transición sostenible en Venezuela, buscamos comprender por qué la propiedad es mucho más que un derecho económico; por qué es la condición espiritual, ética y civilizatoria que permite que el hombre se realice, que la familia se consolide y que el Estado no se convierta en un amo.

La propiedad como extensión moral del individuo.

John Locke-padre del liberalismo clásico-afirmaba que la propiedad es la primera proyección del individuo en el mundo. El trabajo del hombre se funde con las cosas y las convierte en suyas. Para Locke no se trata sólo de producir; es incorporar el esfuerzo, tiempo, creatividad y deseo en algo propio. Es un acto de afirmación existencial: “esto es mío porque he dado parte de mí mismo”.

La aparición del Petróleo en Venezuela como fenómeno de movilización social, desmarginalización y urbanidad, creó un sentimiento colectivo de co-propiedad, despersonalizando el esfuerzo individual a cargo del “deber” del Estado benefactor y de reparto, “de darnos a cada uno la parte que nos toca”. Ha sido del Estado que me resuelve, me incluye o me abandona.

Es la base de la identidad partidista y paternalista generadora de oportunidades para pocos y miseria para muchos, de una sociedad parasitaria y carnetizada. Este ciclo de clientelismo político, populismo, propiedad delegada y estado rentista, ha terminado. La propiedad delimita un espacio donde el individuo puede pensar sin miedo; actuar sin permiso y soñar sin intervención. Este es el fundamento de la productividad y la riqueza.

Por ello, el hombre desposeído—no en el sentido económico, sino moral—es un ser frágil frente al poder. La falta de propiedad lo deja expuesto a la manipulación, a la obediencia forzada, a la dependencia material y emocional del Estado o de cualquier autoridad que le “otorgue” lo que debería ser suyo por derecho natural.

La propiedad como fundamento de la libertad política. Un cambio civilizatorio.

Desde la Antigüedad hasta la teoría liberal contemporánea, el consenso es claro: la propiedad no es un simple bien económico, sino la base material de la libertad del ciudadano.

La Transición Democrática en Venezuela y América Latina a la Luz de Constant, Montesquieu y Maistre [pensadores pilares del pensamiento libertario clásico] pasa por el rescate y reivindicación profunda del derecho inalienable de propiedad.

La crisis política contemporánea venezolana—y, en menor grado, la experiencia histórica latinoamericana—ha demostrado que un Estado hipertrofiado, moralizador, interventor y paternalista degenera con facilidad en formas autoritarias. La transición hacia una democracia liberal exige no sólo elecciones libres y separación de poderes, sino una revolución moral e institucional centrada en la vida privada, la propiedad y la autonomía social.

Los aportes de Benjamin Constant, Montesquieu y Joseph de Maistre permiten construir una teoría coherente para ese tránsito. Constant defendía que la libertad moderna consiste en “gozar de la vida privada” y desarrollar propiedad,........

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