Miguel Méndez Fabbiani: Elegía para María

Pocos saben que María Corina Machado despierta en su sangre criolla una consigna atávica: la herencia de una genealogía patriótica que se remonta al siglo XVIII venezolano.

De aquel insigne linaje libertario surge su noble espíritu insurgente; es, como raíz luminosa que atraviesa el tiempo, descendiente del III marqués del Toro y de antiguas prosapias próceras, cuyos espíritus todavía cabalgan sobre los llanos vanghogianos y surcan elevados sobre las vibrantes aguas del Orinoco, que aún hoy arrastran reminiscencias nuestra memoria.

De su padre, honesto y eminente constructor, empresario siderúrgico, hombre de trabajo duro, hierro fraguado y destino propio, aprendió ella que amar a la patria es cargarla como un fardo sagrado, como el Ávila majestuosa cuando rompe al amanecer, que inclina su frente neblinosa hacia la poblada ciudad herida de mil furias.

Y así, cuando María vio desatarse el maremágnum chavista, ella sintió un profundo e incontenible urgimiento espiritual, no como trueno disperso, sino como llamado antiguo que venía del tuétano mismo de la historia nacional.

No fue el miedo, sino la epifanía ardiente de su estirpe libertaria. Sus genes ancestrales, sembrados de soldados, ministros, poetas y visionarios, le dictaron a su alma que resistiera; y ella aceptó el llamado con la convicción inmarcesible de quien sabe que el destino pre asignado sopla exigiendo desde el fondo de los siglos.

Porque así lo quiso nuestro Creador, María se entregó en cuerpo y alma al drama inenarrable de la patria cautiva: para que la historia futura sea antorcha iluminante y no una roja lápida extraviada.

María Corina no huyó ni se escondió tras la seguridad de la holgura familiar. Ingeniera próspera, mujer de alcurnia venezolana, habitante de genealogías solareñas, dejó atrás la comodidad plácida, como quien deja atrás la seda cara para vestir el raído uniforme de la intemperie, que solo otorga el pueblo a sus salvadores, en su añeja sabiduría infinita.

Optó María Corina por servir a huérfanos desposeídos, renunció al aplomo clasista, al matrimonio que le dio aún más apellido (sí eso era posible), se despojó de la tranquilidad mullida de su entorno, para empuñar las armas verbales contra el leviatán escarlatino que........

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