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León Sarcos: Las tres guerras que está perdiendo el mundo libre

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13.03.2024

Para los que no tenemos creencias, nuestra religión es la democracia, afirma el escritor Paul Auster. En lo particular, suscribo la idea de Plutarco, el gran biógrafo de la antigüedad, que pensaba que el verdadero destructor de las libertades del pueblo es aquel que le reparte regalos, donaciones y beneficios, cuando el primer deber de un demócrata es enseñar ciudadanía.

Transición es el término, a mi parecer más apropiado, para identificar el tiempo turbio, incierto y turbulento que vive la humanidad, signado por una crisis civilizatoria en todos los órdenes y cuyas tendencias en su comportamiento no parecen favorecer la estabilidad, consolidación y expansión de la democracia liberal, el intercambio convencional de productos, bienes y servicios, y los avances tecnológicos en beneficio del desarrollo humano.

Por el contrario, estoy bajo la impresión, como cualquier ciudadano del mundo –al observar el fin de la Guerra Fría, el triunfo de la globalización y el imperio de las nuevas tecnologías y las comunicaciones–, de que los resultados de esos hitos históricos, lejos de fortalecer a la democracia, paradójicamente, la han debilitado y estimulado las tendencias autoritarias.

La globalización, si bien ha servido para impulsar el auge político-económico del capitalismo y especialmente el comercio internacional a nivel mundial, ese mismo incremento del intercambio ha incentivado el comercio de ilícitos en proporciones nunca vistas y, simultáneamente, contribuido también a debilitar los organismos encargados de combatirlo.

En cuanto a las nuevas tecnologías de comunicación, no solo han cambiado todos nuestros hábitos de vida en la casa, en el trabajo, en la vida social y la vida íntima, sino que han distorsionado todos los valores que han pautado el comportamiento social, cambiando la mayoría, trastocando reservas morales y haciendo del cuerpo, fundamentalmente del femenino, un objeto de explotación y corrupción como nunca lo fue antes, ni siquiera en los tiempos más libertinos de Occidente.

El hecho de que la democracia liberal se encuentre en situación desventajosa, la sociedad corrompida por el libre intercambio de ilícitos y que el mundo de las tecnologías y el mercado tengan supremacía sobre la condición humana y la vida espiritual, significa que también está en peligro la libertad, la propiedad, la justicia, la responsabilidad, la solidaridad, la fraternidad, y en consecuencia, la integridad del ser humano, sus deberes y sus derechos, su moral y su ética como los conocemos desde la Ilustración.

Los retos de la democracia

Nunca antes en su historia la democracia, después de la caída del totalitarismo comunista en 1989, se nos mostró con mejor salud a futuro, pero igualmente más acechada por sus enemigos internos y las tendencias autoritarias disfrazadas con el manto del resentimiento y de viejas ideologías fracasadas como el nacionalismo, el racismo y el machismo exacerbado.

Creo, como Robert Hutchins –quien presidió, después de la segunda guerra, la comisión para estudiar la responsabilidad social de la prensa–, que la muerte de la democracia no será debido a un asesinato repentino. Será una extinción lenta mediante apatía, indiferencia y desnutrición, por eso la base esencial de su teoría educativa estaba sustanciada en la responsabilidad ciudadana.

Siempre he sostenido que la democracia es como un organismo vivo que depende del cuidado, la atención y la energía que en amor e inventiva le prodiguemos, para hacerla cada día mejor. Es la única forma en la que ella puede satisfacer las aspiraciones esenciales y espirituales del ser humano.

Para ello debemos constituirnos, las vanguardias democráticas y la sociedad en general, en una especie de guardia pretoriana que vigile con mucho celo su efectivo funcionamiento, para que la democracia, como piensa Hutchins, no muera de inanición.

Es necesario e imprescindible para ello, formar a las nuevas generaciones en los principios fundamentales de la libertad, la propiedad, la justicia, la tolerancia, el pluralismo y la fraternidad y todos los valores que sostienen su magnificente arquitectura, poniendo énfasis en la educación, en el óptimo funcionamiento del Estado de derecho, único garante que controla y evita los arrebatos de desmesura, y en el riguroso ejercicio de controles y contrapesos a los distintos poderes para que prevalezca el equilibrio y el respeto a los otros.

Educación y democracia

La educación, como soporte fundamental de la democracia, no deberá ser utilitaria. No debe, por otro lado, asignar importancia únicamente al conocimiento y a la especialización y considerar solo el rendimiento escolar, que tiende a ser desigual en las distintas etapas de la vida. Excepcionalmente los mejores son constantes en el tiempo.

Hay alumnos que son excelentes en la primaria, pero malos en la secundaria, mejores en la universidad, y notables en su madurez. El desarrollo de los seres humanos no suele ser rectilíneo, como la vida tampoco lo es. Como dijera el maestro Daisaku Ikeda, hay espíritus que se desarrollan lentamente y que solo florecen con el correr de la vida y hay también espíritus precoces y brillantes que después no cumplen sus primeras promesas.

Hay grandes hombres con desarrollo irregular que hicieron historia. Los casos de Winston Churchill y Teodoro de Tarso son emblemáticos. Churchill fue atrasado de niño, de joven destacado, un aparente fracasado a la edad media y un verdadero talento después de los 60, que llevó a los aliados a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Teodoro de Tarso fue nombrado para que reformara la iglesia cristiana en Inglaterra en el siglo VII, a la misma edad en que Churchill fue designado primer ministro y lo hizo de manera impecable.

Mientras más pobre es la educación más débil es la democracia, mientras más frágil sea el Estado de derecho más precaria será la efectividad de la democracia para aplicar las mejores políticas públicas y hacer más eficiente la justicia. Si la democracia es insuficiente en ejecutorias, la gente se hará más desigual de condición y más escéptica sobre sus fines últimos. La........

© La Patilla


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