León Sarcos: El erotismo, tierra fértil de la imaginación

Mi opción en lo que se refiere al placer es que hay que implicar a todos los sentidos. Sade

El orgasmo es el gran comedor de palabras. Solo permite el gemido, el aullido, la expresión infrahumana, pero no la palabra. Valérie Tasso

Deja a cada oración llenarse de sucias palabras y sonidos sin recato. Son lo más amable de ver y oír en el papel, porque las más sucias son las más bellas. James Joyce

La mejor arma: una barra de labios. Anónimo

De todas las versiones que se han escrito del mito de Tiresias –el adivino de Tebas– la que más me deleita y con la que me siento más a gusto erótico es la narrada por el autor latino Ovidio en su obra Las metamorfosis. Según ella, Tiresias sorprendió a dos serpientes apareándose, golpeó a la hembra y las separó, a raíz de esto, se convirtió en mujer. Siete años más tarde volvió a ver a las mismas serpientes en iguales circunstancias; esta vez golpeó con su bastón al macho y al hacerlo se convirtió en varón.

Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a él como árbitro en una discusión sobre quién experimenta más placer, si el hombre o la mujer. Cuando Tiresias confesó que el hombre sentía una décima parte del placer que disfrutaba la mujer, Hera que pensaba lo contrario, para castigarlo, le quitó el sentido de la vista. Zeus, al contrario, para compensarlo, le entregó el don de la adivinación.

El significado puntual de la figura de Tiresias radica en su perfil mediador, gracias a sus dones entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace también entre hombres y mujeres, y por la experiencia de su vida, entre los vivos y los muertos.

Marlon Brandon y Marcel Proust

Cuando a Marlon Brando (1924-2004) –rebelde, temerario, seductor, muy inteligente y bien desprendido de convenciones y estupideces–, uno de los gigantes más luminosos de la actuación en el arte cinematográfico –en el cuestionario para alistarse en el ejército–, el entrevistador le preguntó:

-¿Raza? Este respondió: humana.

Si hoy estuviera vivo y le preguntaran: ¿Sexo?

Estoy seguro contestaría: ser humano.

Algo similarmente revelador, aunque más sublime, ocurrió con Marcel Proust (1871-1922), en un cuestionario muy breve que alguna vez le hicieron al mejor de los novelistas de la modernidad. El periodista le preguntó cuál es la cualidad que más desea de una mujer:

-Proust dijo: Virtudes masculinas y la valoración de la amistad. Gentileza, naturalidad, inteligencia.

-Y de un hombre: Encanto femenino, inteligencia y sentido moral.

En ese sugestivo mito y en esas dos respuestas de estas icónicas figuras del séptimo arte y de la literatura, quedará impresa la reflexión más universal del tratado sobre la imaginación y el sexo que, gracias a los juegos hedonistas del alma, se hace creación y recreación, y el placer se disfruta más allá del estrecho y mezquino campo de la reproducción que nos enseñó la Iglesia católica cristiana y la razón, siempre comedida, de los ilustres mojigatos moralistas del despertar de Occidente.

¿Qué es el erotismo?

Que tu corazón agrande el mío hasta estallar. Desgárrame.

Hay coincidencias entre muchos autores, entre ellos Rubén Monasterios, de que el erotismo no es otra cosa que la imaginación puesta en función de la sexualidad. Por lo tanto, es una elaboración intelectiva del instinto sexual y como función intelectiva es la versión práctica de una liga que se estira o se encoge en función del conocimiento y la experiencia de cada ser humano. Es decir, tiene construcciones y elaboraciones infinitas, limitadas o nulas, dependiendo del tipo de educación y la formación religiosa.

Octavio Paz va un poco más allá y en su hermoso texto de La llama doble, para hacer más visible y diferenciado el concepto, distingue entre sexualidad, erotismo y amor: la sexualidad es instintiva, primaria y común a los animales y los humanos; el erotismo es exclusivamente humano: es la sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los seres humanos. En adición, uno de sus fines primarios es domesticar al sexo para insertarlo en la sociedad. En el caso del amor, ‘‘es la atracción hacia una persona única, a un cuerpo y a un alma’’.

Francesco Alberoni, en su libro El erotismo (1986), con un enfoque similar, no lo conceptualiza, pero aclara que su trabajo no entra en el campo ni del psicoanálisis ni de la sexología, consideradas ciencias. Más bien, su concepción se aproxima más al enfoque de Noguer More, que la considera como Erotología, una parte de la sexología que estudia todo lo erótico; es decir, todos aquellos fenómenos y circunstancias que tengan o no relación directa o inmediata con el acto genésico. Su objetivo más bien es proporcionar un instrumento que ayude a la introspección y al conocimiento de sí mismo.

El campo de estudio del erotismo es muy vasto. En el presente ensayo trataremos de hacer aproximaciones a reflexiones que son consensuadas por la mayoría de los tratantes del tema, otras polémicas, y algunas que pudieran convertirse en sugerentes hipótesis para trabajar a futuro.

Punto de partida

El gemido engaña, La humedad no.

Civilizatoriamente, pienso que hemos avanzado mucho en conquistas de derechos para que la mujer participe culturalmente en igualdad de condiciones al hombre en las distintas sociedades. Pero estas victorias temporales y onduladas distan mucho de un empuje permanente para contrarrestar la fortaleza y hegemonía milenaria del macho y acortar con rapidez el grandísimo abismo que existía, solo a través de la ley.

El trecho que existe entre la ley, su tolerancia, aceptación, asimilación y ejecución por una cultura machista que está en los genes y hasta en una parte de las mismas mujeres, es tan largo como la coronación de la victoria después de un infinito tiempo de lucha para que las convicciones por la libertad y la igualdad se transformaran en realidad.

Por eso, a pesar de todas las reivindicaciones históricas de la mujer en Occidente, ellas aún no contrapesan, con todas las rebeliones y revoluciones de carácter sexual, la lapidaria frase de Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut, en su libro El nuevo desorden amoroso (1977):

Vivimos en unas sociedades llamadas democráticas, pero seguimos habitando unos cuerpos monárquicos, unos cuerpos constituidos, reunidos en torno al nuevo pontífice, El pene y sus dos asesores los testículos, que han robado la corona de la trascendencia al espíritu y alma.

Es ese instrumento masculino quien, con el poder de su portador, se apropia simbólicamente del erotismo mediante la pornografía y la prostitución, y es la mujer de nuevo contrapuesta y sumisa en el ideal de la novela rosa, donde están los antecedentes más importantes convencionalmente para explicar el erotismo masculino y femenino, y las versiones gráficas que nos ayudan a descifrarlos a ambos en sus roles –según Alberoni–.

Erotismo femenino y masculino

En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: La imaginación Octavio. Paz

Pero veamos en el escenario corporal qué es lo que motiva a la imaginación mascu.lina y femenina y le provoca excitación placentera para convocar al sexo. Los hombres se han ocupado siempre de las zonas erógenas individuadas por el ojo masculino: los senos, las nalgas y el pubis.

En cambio, el espectro de los espacios eróticos de la mujer es mucho más amplio e inmenso que el de los hombres. A estos nunca se le pasó por la mente que la piel fuera el espacio erótico del cuerpo por excelencia. Eso representa que es toda ella, la mujer, la que hace real la verdad mitológica que reivindica a Tiresias y hace culpable a Heras de un inmerecido castigo. Porque, además, a ello contribuye el solo hecho de que algunos de sus atuendos, la ropa interior delicada, los perfumes, los tacones altos, los labiales, constituyan en su totalidad, un conjunto con una fortísima carga autoerótica convocante de manera natural.

Al parecer, las mujeres eróticamente son también mucho más sensibles que los hombres al ritmo, la música, a los sentidos. En general, el erotismo masculino es más genital y visual. El femenino, más táctil, muscular y auditivo, más ligado a los olores, la piel, el contacto. Según........

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