La complejidad venezolana: Entre el desorden y la posibilidad, por Freddy Marcano
Venezuela vive un proceso que, más allá de su superficie política o económica, puede entenderse como una transición sistémica. El país se encuentra atrapado entre estructuras que ya no logran sostener el equilibrio y las nuevas formas de organización social que intentan emerger en medio del desconcierto. Desde la teoría de la complejidad, tema que comenzamos a introducir desde el artículo anterior, este momento en el que nos encontramos no representa simplemente una crisis, sino un punto de bifurcación. Ilya Prigogine explicaba que cuando un sistema llega a ese límite, solo tiene dos caminos: se renueva o se desintegra. La historia no es lineal: los pueblos, como los sistemas vivos, atraviesan fases de desorden que preparan el terreno para una nueva forma de orden. En el caso venezolano, ese tránsito ha sido prolongado y doloroso, pero sigue siendo, en esencia, una oportunidad para redefinirnos como nación.
La sociedad venezolana ha vivido bajo el mito del control: la idea de que los grandes proyectos políticos pueden dominar la incertidumbre, imponer un orden total y garantizar resultados previsibles. Ese espejismo ha acompañado tanto al autoritarismo como a las visiones mesiánicas que prometieron estabilidad a cambio de obediencia. Pero la realidad, como diría Prigogine, es irreductiblemente inestable. Ningún sistema cerrado puede mantenerse indefinidamente; todo intento de negar el cambio acelera su colapso. En este sentido, la Venezuela actual puede verse como un sistema que perdió su capacidad de disipar el desorden: instituciones que ya no absorben tensiones, economías que no redistribuyen, liderazgos que no logran transformar la energía social en proyectos colectivos.
El pensamiento complejo desde la propuesta de Edgar........





















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