En mi más reciente libro, Venezuela, Política y Ambiente, hablo, entre muchas cosas, de las llamadas “tierras raras”. La verdad sea dicha es que nos encontramos con esta exactitud: “ni son tierras ni son raras”. Con ese apelativo se distinguen “una serie de elementos químicos que encontramos en el medio natural y que se caracterizan por tener propiedades similares entre sí y por ser, en su mayoría, escasos en la corteza terrestre”. En informes técnicos se registran estas apariciones de las denominadas tierras raras: lantano (La), cerio (Ce), praseodimio (Pr), neodimio (Nd), prometio (Pm), samario (Sm), europio (Eu), gadolinio (Gd), terbio (Tb), disprosio (Dy), holmio (Ho), erbio (Er), tulio (Tm), iterbio (Yb), lutecio (Lu), escandio (Sc) e itrio (Y).
Pero no se angustien amigos lectores que no voy a someterlos a este relato científico, tampoco pretende meterles entre líneas la promoción de mi texto recién publicado, simplemente me agarro de esa designación para entrarle a un tema más terrenal, como son las “raras elecciones” que se desarrollan en un país enrarecido como lo es, actualmente, Venezuela.
La primera rareza es que estamos en presencia de un pueblo envuelto en una esperanza o algarabía que despierta una mujer llamada María Corina Machado. Lo tradicional, es que fueran candidatos embutidos en pantalones, los que se erigieran como abanderados en las pugnas presidencialistas. Pues en esta coyuntura, a diferencia con lo que ocurría en los tiempos del........