“Calma y cordura” fue la sentencia que dictó el expresidente Eleazar López Contreras, después de ceder el poder a su sucesor general Isaías Medina Angarita (1941), en aquella Venezuela atenazada por las más inusitadas convulsiones políticas, sociales y económicas. Esas palabras perduran en el transcurrir del tiempo como un sabio consejo para todos los que, de una u otra manera, nos encontremos en medio de dificultades a capotear y tratar de resolver.
Apelo a ese lema histórico para interpretar la conducta que mantienen en nuestro país María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Más calma, más serenidad, más temple, cordura y un singular alto sentido de responsabilidad, no se les puede exigir a estos dos líderes que han asumido la misión de sacarnos de ese abismo en el que nos ha hundido Nicolás Maduro.
Ellos no se han desequilibrado, muy a pesar del bombardeo al que han sido sometidos. Tanto María Corina como Edmundo, han soportado con un estoicismo saludable esa furia con vientos de barbarie, porque los asiste la idea irrenunciable de concluir el ciclo de la transición que se activó desde la firma del Acuerdo de Barbados que los delegados de Maduro suscribieron, pero luego éste........