Cada vez estoy más convencido de que el país está perdiendo una de las mejores oportunidades para progresar, mientras otros siguen tomando la delantera. Venimos de dos décadas de progreso económico y social, interrumpidas bruscamente por la pandemia, pero con avances reales en muchos frentes. Retomar el ritmo para dar mejores resultados en lo social y en la infraestructura, es nuestro gran reto.
Las secuelas de la pandemia todavía se sienten y, en frentes como la pobreza y la educación, el país está estancado. Por ejemplo, el cierre de colegios –hoy muy cuestionado en el mundo— representó un atraso equivalente a siete meses de educación, que no se han recuperado. La cobertura de educación superior, algo a lo que el actual gobierno le apostó, no ha aumentado.
Pero más allá de lo lamentable que resulta ese grave rezago, lo más delicado es que nunca habíamos tenido tantas y tan buenas oportunidades para progresar. No hay muchos países que puedan ofrecer —al tiempo— energías limpias y convencionales, minerales, tierra y agua........