Resulta casi soez el empleo de este título para un artículo que pretende sensibilizar –como todos los de esta serie- para el cuidado de nuestro patrimonio contemporáneo y, mejor aún, la divulgación de los valores de nuestra mejor arquitectura del siglo XX, su salvaguarda y su promoción. Pero resulta impactante. Tanto como deseo, una vez más, que lo sean estas reflexiones compartidas, no sé si consiguiendo algún impacto y su propósito cuando no hay verdaderos deseos de tomarnos suficientemente en serio el patrimonio contemporáneo de Zamora.
Hasta el forro por dos actuaciones, promovidas por la Administración pública para más inri, sobre sendas arquitecturas del siglo XX zamoranas más que singulares en sí mismas por icónicas. Pues no se trata de edificios cualesquiera, con escaso valor simbólico o contextual, sino que –aún en diverso grado- forman parte del imaginario común de la ciudadanía, y con especiales ecos por su popularidad el centro educativo María de Molina.
En efecto, en los últimos meses estamos asistiendo a las obras de instalación de un Sistema de Aislamiento Térmico Exterior (SATE) en el Instituto María de Molina de la capital, así como en el edificio de las antiguas viviendas de camineros levantado en la avenida de la Frontera números 3 y 5. Como quizá sepan, y en trazos muy gruesos, se trata de la instalación de sistemas de aislamiento principalmente en las fachadas, cubiertas y cerramientos de los edificios, buscando crear una envolvente que aísle los inmuebles de la acción climática en el mayor grado posible y, con ello, se logre un mayor ahorro energético y la mejor eficiencia de los mismos. Las actuaciones vienen generosamente regadas con subvenciones de dineros europeos –de los ciudadanos europeos, se entiende- a fondo perdido. Y por lo tanto hablamos de miles de millones de euros. De rondón se pone un granito de arena más para contribuir a la religión de Estado en que se ha convertido al cambio climático –es un........