Estas Navidades pasadas, además de lo de siempre –rencuentros con las personas a las que solo ves en tales fechas, y regalos y comidas a mogollón– han sido más moviditas de lo habitual porque, al cambiar impresiones con los amigos o familiares con los que te sueles reunir para comer o cenar, sin poderlo evitar, han surgido fricciones con aquellos que, por ejemplo, ya dejan entrar en sus casas a Papá Noel, o con los que piensan que Pedro Sánchez no es tan malo ni tan perverso como servidor, dicen algunos, se ha empeñado en "dibujar".
Lo de dejar entrar en las casas a Papá Noel, cuando en este país a los que siempre se dejó entrar sin poner ningún tipo de objeción fue a los Reyes Magos, viene a cuento porque, lo de tener que regalar por Navidad, cuando lo de siempre fue regalar en Reyes, es algo que, como el Halloween, se ha ido implantando aquí porque así lo han querido los que viven de vender, y también, por qué no decirlo, los que, sea cual sea el pretexto, son proclives a comprar y comprar, sin más.
Lo tradicional, lo que era de aquí, era celebrar en familia la Nochebuena y la Navidad, pasarse un poquito más en la comida y sobre todo en la bebida en Nochevieja, y escribir la carta a los magos de Oriente para que estos, en función de cómo nos hubiéramos portado durante el año, nos premiaran, o no, dejándonos en el salón de casa lo que les habíamos pedido, o solo carbón, para hacernos........