Todos a desayunar

Ya se han acabado las buenas palabras, los excelentes deseos, las promesas y los compromisos navideños, así que hemos recuperado la normal anormalidad de las estridencias verbales, la agresividad oral (y casi de la otra), la crispación y demás frutos de la época que nos está tocando vivir. Con ser esto dramático y duro, lo más peligroso es que da la impresión de que lo aceptamos sin rechistar, como si no hubiera otro remedio, como si nuestra sociedad se orientara hacia la tensión y el enfrentamiento en lugar de hacia el respeto y el apretón sincero de manos, como si, para ser alguien, necesitáramos hundirnos en el lodazal en vez de nadar en aguas limpias. Es sorprendente, pero conforme pasa el tiempo, y se agravan las situaciones, no buscamos salidas solidarias y generosas, sino que nos adentramos en la oscuridad de un túnel sin ventanas ni esperanzas luminosas.

Y todos estos choques de declaraciones y frases leñeras ya no se producen únicamente en el Congreso, o en supuestas ruedas de prensa (en muchas ya no se permiten preguntas) o en lo que los periodistas llamamos canutazos, es decir en mini interviús en las........

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