Se acabaron estos días de desearnos felicidad a raudales, de hacernos propósitos de enmienda, regeneración hacia afuera y hacia dentro y de esperanza e ilusión; se acabaron estos días en los que, fuera aparte la salud, como dicen los andaluces, no estaba permitida ni la nostalgia, ni mucho menos la tristeza y, si aparecían, que su presencia no siempre depende de la voluntad de uno, el afectado se acababa sintiendo como un apestado. Había que estar dispuestos a ser felices sin condiciones y sin reparos, como si otro estado fuera una muestra inequívoca de ser un aguafiestas, un malaje, y vuelvo al territorio andalusí, o un Grinch, por hacer una concesión al influjo americano.
Ya está. Se acabaron esos días y ahora estamos en lo que estamos y con los que estamos. En una palabra, que aquí están los mimbres con los que vamos a tener que hacer el cesto de este nuevo año, que, desde luego, si se miran las noticias y los comportamientos públicos, no está para tirar voladores, como tampoco lo estaba hace unos días cuando nos abrazábamos a diestro y siniestro para contagiarle y que nos contagiase una hemorragia de felicidad navideña.
Pues se cortó la hemorragia de golpe como cada año después de haber intentado no atragantarnos con las........