Ya sé que no es tiempo de andar tocando los cataplines, que todo debe ser paz, felicidad y buena armonía, expresiones estas tan edulcoradas y manoseadas que se diluyen en la nada, pero quizás por eso hacerlo ahora con la palabra rebozada en cencellada, zurrar la badana, duele más, como escanda entre uña y carne o como el frío acerado de la madrugada.

Me encontré casualmente hace unos días con un experto en las sombras del alma humana, un escuchador de miserias de aquí, de las nuestras, de las que escondemos en la cara invisible del hígado (no, no digo el nombre del paciente zamorano porque no sé si a él le apetece salir en los papeles). "No sabes cómo está creciendo la podredumbre moral, esta sociedad, Celedonio, se está descomponiendo", me dijo.

"No hay referentes, no hay valores a los que abrazarse, muchos jóvenes viven perdidos en el limbo, no saben qué camino seguir, están confusos, por un lado estrujados por el consumismo rampante y por otro navegan sobre la espuma de las miserias morales. Sus padres y profesores son incapaces de darle respuestas porque no las tienen y porque están siendo arrastrados por una avenida llena de fango que no permite ver el fondo. Nadie sabe lo que hay más allá de su rutina diaria. Se malvive el presente por el miedo al futuro. Los que mandan saben menos que los que obedecen. Los faros están anegados hasta la veleta…".

Y lo más duro: "Hay jóvenes, algunos preadolescentes, casi niños, que te dicen de un tirón que están cansados de vivir, que no encuentran sentido a la existencia, que tienen tantas vías de agua que tapar que se dan por vencidos, que tiran la toalla antes de haber subido al cuadrilátero. Y se te cae el alma a los pies porque piensas que esta sociedad, la del clic, la de un bien para cada deseo, no es capaz de ofrecer respuestas porque está ocupada en ajustarse lo más posible las anteojeras y seguir avanzando..., ¿hacia dónde?, ¿hasta cuándo?".

Cuando se va, engullido por la niebla, el experto en las sombras del alma te quedas desarmado, helado, que no hay braga ni gorro que frene el frío interior, que no hay fuego que caliente los polos de la Tierra. Y miras a la gente bienintencionada, que te desea felices fiestas y próspero año nuevo y empiezas a notar que se vuelven transparentes y que dentro de ellos crecen los vacíos que chocan entre ellos y paren más vacíos.

Les pido perdón por haberles tocado los cataplines, sobre todo porque lo he hecho de forma gratuita, sin encender ni una sola bombillita de esperanza y sin ganas de hacer nada por blanquear los nubarrones que escupen soledades. Cosas de hombre y de mayor. Aún así, intenten ser felices.

QOSHE - Navidades dolientes - Celedonio Pérez
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Navidades dolientes

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03.01.2024

Ya sé que no es tiempo de andar tocando los cataplines, que todo debe ser paz, felicidad y buena armonía, expresiones estas tan edulcoradas y manoseadas que se diluyen en la nada, pero quizás por eso hacerlo ahora con la palabra rebozada en cencellada, zurrar la badana, duele más, como escanda entre uña y carne o como el frío acerado de la madrugada.

Me encontré casualmente hace unos días con un experto en las sombras del alma humana, un escuchador de miserias de aquí, de las nuestras, de las que escondemos en la cara invisible del hígado (no, no digo el nombre del paciente zamorano porque no sé si a él le apetece salir en los papeles).........

© La Opinión de Zamora


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