Aún no es 22 de diciembre, el día de la lotería, tradicionalmente la fecha en que empieza la Navidad, el solsticio de invierno, festividad de Yule para los paganos del norte de Europa, y mis ovejas están ya a buen resguardo en sus cuarteles de invierno.
En el llano zamorano, con las tierras de labor sembradas, los barbechos amarillos por el glifosato y las alfalfas requetecomidas, no queda apenas comida en el campo que pastorear. Es la época de vacas flacas, cuando las ovejas llaneras hibernan, y hay que tirar del forraje segado.
No sucede lo mismo en la Zamora de montaña. Allí ahora es época de vacas gordas, con los montes cubiertos de bellotas y castañas y los rebaños engordando con el rebusco. Es lo fascinante de la vida en el campo, que, el manejo de las ovejas sea tan diferente, incluso en la misma provincia.
Cuando se trabaja en simbiosis perfecta con el medio natural, un país tan chico como España, pero tan diverso en orografía, vegetación, tipología de suelos, ecosistemas terrestres y acuáticos, climas, favorece que el oficio de pastor cambie de una estación a otra, de una región a otra.
Cambian las estaciones, cambian los tiempos. Y no siempre a mejor.........