Ya es oficial: todos somos pangolines. Aquel extraordinario mamífero con púas que saltó a la fama en 2020 y vale un dineral vivo o muerto. Por eso está en peligro de extinción. El tráfico de especies salvajes, ese lucrativo negocio que investigaba el periodista David Beriáin, y por eso le asesinaron, facilita que los muy riquiños paguen lo que sea por tenerlo de mascota. O para comérselo.
Da más prestigio tener un pangolín en la mansión que un gato de esos sin pelo, feo como él solo y con cara de estar maquinando algún contubernio judeo-masónico. Y como al parecer su carne mejora la circulación sanguínea, cura la artritis y hasta el cáncer, el kilo cuesta más de 300 euros.
No es de extrañar que queden menos pangolines que guajes sin móvil.
Y los humanos vamos detrás. Porque la agencia meteorológica británica, estudiando evidencias de años anteriores, prevé que este año el planeta alcance 1,57 grados de media por encima de la temperatura global. Y según el Acuerdo de Paris sobre el clima, 1,5 marca el punto de no retorno. A partir de ahí, la desestabilización climática derivada del calentamiento global del planeta no hará sino empeorar.........