Ni siquiera tenía 39 años, y parecía un anciano de 90. La enfermedad, cuando se ensaña con un ser humano marca la vida de una forma brutal.
Nació enfermo, ¡cuánta inocencia la suya!, por un masivo tropel de genes que tanta consanguinidad torpedeo. No fue culpable de su herencia. Nadie lo es. Nos envían al mundo, marcados; para bien y para mal. Y contra el destino, nada se puede hacer. Cuando la terapia génica, modifique las aberraciones cromosómicas, y lo errado se rectifique mediante microscópica manipulación, el ser humano podrá partir virgen de enfermedad, en este atolladero del camino de la vida.
Todavía la ciencia no ha llegado ahí, aunque bien cierto es que estamos a punto. Pero la Casa de Austria erró una vez y........